Opinión
El Informe Rattenbach, el discurso de la Sra. Presidente y la
desmalvinización.
Escribe: Horacio Micucci
En su
discurso del 25 de enero de 2012 la Sra. Presidente ha hecho referencia al
llamado Informe Rattenbach sobre la justa recuperación de nuestras Malvinas
usurpadas por el colonialismo inglés.
Se trata del
informe resultante de una investigación, realizada en épocas de la Dictadura,
que por Resolución del 2 de diciembre de 1982, de la Junta Militar de ese
entonces, constituyó una “Comisión de análisis y evaluación de las
responsabilidades políticas y estratégico militares en el conflicto del
Atlántico Sur” presidida por el General Rattenbach e integrada por “(6) seis
Oficiales del Grado de General o equivalentes, dos (2) por cada fuerza” y
titulado: Investigación confidencial sobre la conducción política y
estratégico-militar de las Fuerzas Armadas Argentinas en la Guerra de Malvinas.
El 7 de
diciembre de 1982 la Junta Militar resuelve que la Comisión estará integrada
por: Teniente General (R) Benjamín Rattembach y General de División (R) Tomás
Armando Sánchez de Bustamante por el Ejército, Almirante (RE) Alberto Pedro
Vago y Vicealmirante Jorge Alberto Boffi, por la Armada, y Brigadier General
(R) Carlos Alberto Rey y Brigadier Mayor (R) Francisco Cabrera por la Fuerza
Aérea.
Han
trascendido y se han publicado varias versiones de este Informe. Varias obran en
nuestro poder. La última de ellas data del año 2000. Está prologada por Osvaldo
Bayer y tiene un texto de contratapa de Vicente Zito Lema (Ediciones Fin de
Siglo). Hemos trabajado también sobre otra: Informe Rattenbach. En Malvinas:
balance y perspectivas. Anexo documental. Instituto de Relaciones
Internacionales. UNLP. La Plata. 1994.
Desconocemos
si la versión que la Sra. Presidente va a desclasificar, es distinta a las
difundidas así que nos atenemos a lo que hasta ahora tenemos. Desde ya nos
llama la atención que, si fuera distinta, no se la haya desclasificado hasta
ahora, siendo un tema que es de interés patriótico.
En primer
lugar varias veces hemos emitido opinión sobre el concepto básico que debe
presidir la lectura de este informe, que es la definición del carácter de esta
guerra. Sólo a partir de allí se pueden considerar, con ese punto de
referencia, las características, errores, aciertos, falencias, oportunidad,
etc. de las conductas militares (y también de civiles) en ese conflicto, ya que
se analizan “responsabilidades políticas y estratégico-militares” según su
Resolución constitutiva.
Taxativamente
en distintos documentos y artículos hemos señalado que Malvinas es una causa
justa, una guerra justa y un derecho irrenunciable.
En el
discurso del 25 de enero de la Sra. Presidente podría entenderse que estamos
ante una causa justa y un derecho irrenunciable, pero que la guerra es injusta
por ser dirigida por una dictadura represiva, genocida. La afirmaciones de ex
funcionarios como Bielsa o Bordón que dan cifras entre los doscientos y
cuatrocientos años para la resolución de la usurpación británica nos demuestran
el intento de un largo camino de diálogo que los ingleses no aceptan (o aceptan
para discutir la explotación económica de lo que es nuestro pero nunca la
soberanía).
Dicho sea de
paso, para entender el significado de esta prospección política de
cuatrocientos años, pensemos que, desde cuatrocientos años atrás, en el 1612,
hasta nuestros días han desaparecido imperios y naciones. ¿Quién puede afirmar
lo que será del Imperio Británico dentro de cuatrocientos años?. Lo real es que
se le asegura un inmenso período de usufructo de nuestro territorio y riquezas
e importancia estratégica al colonialismo inglés. Estas afirmaciones de
“prospección centenaria” hacen letra muerta de lo que se afirme como causa
justa y derecho irrenunciable. Sería algo que, parafraseando a los juristas, se
convertiría en un derecho “abstracto”
Nos
remitimos al documento del Instituto de Estudios Nacionales del Foro Patriótico
y Popular “La Causa de Malvinas, una realidad vigente” (diciembre de 2011) y al
Comunicado del mismo origen de enero de 2012, ante las recientes declaraciones
y acciones de funcionarios del Imperio Colonialista Británico.
Sintéticamente
allí (y en documentos anteriores) afirmamos estar ante una causa justa, una
guerra justa y un derecho irrenunciable.
Sostenemos
que era una guerra justa, por las razones que se esgrimen en la siguiente larga
cita:
“Un tema
central en el debate de la “cuestión Malvinas”, es la que se refiere al
carácter de la guerra. Este debate, clave para comprender los acontecimientos
que se desencadenaron entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982, debe ser
debidamente atendido para evitar errores irreparables para los intereses de la
Nación Argentina. Desde que en el mundo existen países opresores y países
oprimidos, países colonialistas y países sometidos, toda guerra que oponga a
los primeros contra los segundos, independientemente de quien gobierne estos
últimos y de quien haya iniciado las acciones, es una guerra justa. Por eso la
guerra por la Recuperación de nuestros territorios ocupados por Inglaterra es
justa para los argentinos y, conviene aclararlo, no hay argumentos ni
subterfugios legales o políticos que justifiquen y hagan justa para los
ingleses la agresión contra los argentinos.
Hay guerras
justas e injustas. Si, por ejemplo, un país ocupado total o parcialmente
(Afganistán, Irak, Chechenia, Xinkiang) declarase la guerra a EEUU, Francia,
Inglaterra, China o Rusia o cualquier otra potencia imperialista, esa guerra
serían ‘justa’, ‘defensiva’, independientemente de quien atacara primero y del
carácter de los gobiernos de los países oprimidos que declararan dicha guerra.
Como esto es así, todo demócrata, anticolonialista y antiimperialista del mundo
debiera simpatizar con la victoria de los Estados oprimidos, dependientes,
menoscabados en sus derechos, sobre las grandes potencias opresoras,
esclavistas y expoliadoras.
La guerra
entre Paraguay y Bolivia, en 1932, entre dos países hermanos y expoliados, fue
una guerra injusta para dirimir una disputa entre la Shell y la Esso, detrás de
las cuales estaban Inglaterra y EEUU, respectivamente, disputando territorios
de ambos países; la Primera Guerra Mundial, entre países imperialistas, era una
guerra injusta.
Entonces, la
guerra de cualquier país sometido contra el o los países que lo oprimen,
independientemente de quien la inicie y de quienes sean los gobernantes del
país oprimido y del opresor, es una guerra justa.
La cuestión
fundamental para definir el carácter de la guerra no es quién la empieza, ni
quien la conduce. Por eso la guerra por la recuperación de nuestros territorios
ocupados por Inglaterra fue justa, así como hoy es justa la guerra del pueblo y
la nación iraquí o afgana, contra la ocupación de los EE.UU., Gran Bretaña y
otros aliados en Irak y Afganistán, independientemente de los juicios de valor
que puedan hacerse respecto a Saddam Hussein o los Talibanes.
La guerra de
Malvinas fue una guerra justa, para la Nación Argentina, y era, al mismo tiempo
una guerra injusta para el imperialismo inglés.
Para llegar
a este concepto de Derecho Internacional (y de sensatez jurídica) de guerras
justas e injustas debemos considerar que no estamos en un mundo de países
iguales, interdependientes y respetuosos de los derechos ajenos, como se nos
pretende hacer creer.
Ficción de
países iguales que la realidad permanentemente contradice. Por ejemplo cuando
unos pocos países se abrogan el derecho de juzgar a otros más débiles, limitar
sus derechos, imponerles condiciones, caracterizarlos de “Estados bandoleros” y
no confiables, limitar su derecho a tener determinado desarrollo atómico o
científico, etc.
Todo lo
contrario, el mundo se divide en un puñado de potencias imperiales (EEUU,
China, Rusia, Inglaterra, Francia, Alemania, Japón, etc.) que oprimen a países
que pugnan por su independencia, naciones que pugnan por su emancipación y
pueblos que pugnan por liberarse de la opresión a que los someten.
Que los
países no son iguales en sus derechos lo pone escandalosamente a la vista el
hecho de que, recientemente, EEUU debatió si debía o no entrar en default pero
no hubo una denuncia y presión como la desatada contra Argentina cuando en 2001
lo hizo.
Entonces,
dado que no hay igualdad de derechos, hay opresión para los que no los tienen,
lo que genera a su vez el derecho a recuperar esos derechos conculcados.
Derecho que asiste a Argentina respecto a su integridad territorial, en el caso
de Malvinas y demás islas del Atlántico Sur, ocupadas por el colonialismo
inglés.
¿No es una
muestra de lo que afirmamos el mismo Acuerdo de Lisboa?
Según ese
Acuerdo firmado por los mandatarios de los 27 países de la Unión Europea el 13
diciembre de 2007 se ratifican documentos anteriores en los que figuran como
Territorios de Ultramar las Islas Malvinas, San Pedro (Georgias del Sur),
Santiago (Sándwich del Sur) y el Sector Antártico Argentino.
De ese modo
la UE (bajo la mascarada de “relaciones especiales”) intenta la aberración de
respaldar definitivamente “de jure” el ejercicio “de facto” de la soberanía de
nuestros territorios por el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte
(disfrazado de inocente “administrador”). Si bien ello repugna a los principios
del Derecho que impiden todo rédito a partir de un acto antijurídico, esto
ocurrió y ocurre ante la tibia respuesta del Estado que no ha denunciado y/o
anulado los Acuerdos de Madrid y todos los demás instrumentos jurídicos que
consolidaron la ocupación colonial británica desde 1989 a la fecha.
Es una nueva
muestra de la falacia de la igualdad de las naciones ante el Derecho
Internacional, que mencionaremos más arriba.
(…)Los
funcionarios argentinos de sucesivos gobiernos fundamentan sus posiciones en
una idealización del llamado Derecho Internacional al que supuestas naciones
iguales le deben igual obediencia. Como dijimos, no vivimos en un mundo de
naciones iguales: vivimos un mundo de potencias “globalizadoras” y países
“globalizados”. Vivimos una época en donde la igualdad de las naciones solo
existe en los papeles siendo la realidad muy distinta y cruel para la inmensa
mayoría de los pueblos y naciones del mundo.
Según esa
defensa del llamado Derecho internacional en un mundo de “autonomías
limitadas”, nuestro país está atado a la firma de Acuerdos, Tratados o
Convenios, etc., compelido por el Derecho Internacional que obliga a las
naciones a actuar conforme a ciertas reglas establecidas en la comunidad
internacional.
Sin embargo,
cabe señalar, que las naciones firman y dan fin a los Acuerdos y/o Tratados en
correspondencia con sus intereses y legítimos derechos. Si estos les fueron
limitados o cercenados a través de Acuerdos o Tratados por una pasajera
situación de debilidad o por la incapacidad o la traición de sus gobernantes,
nada obliga a dicha Nación a sostener en el tiempo una injusticia.
La defensa a
ultranza de la supuesta obligatoriedad de parte de las naciones sometidas a
respetar el Derecho internacional impuestos por los dominantes, solo pone de
manifiesto una invertebrada concepción del Derecho, negando en los hechos el
Derecho que asiste a los pueblos a luchar y conquistar su libertad e
independencia.
¿Qué Derecho
protegió a la nación y al pueblo afgano, iraquí o palestino de la ocupación
militar ilegítima e ilegal y de los horrendos crímenes que las potencias
imperialistas les propinaron y propinan en pos de cumplir sus objetivos
imperiales? ¿Qué Derecho asiste a Gran Bretaña a sostener una ilegítima e ilegal
ocupación colonial de nuestros territorios? ¿Qué Derecho asiste a la UE a
extender ese reconocimiento incluyendo los Sectores Antárticos Chileno y
Argentino? ¿Qué Derecho asiste a Gran Bretaña a pretender extender su
dominación colonial sobre nuestro talud continental hasta 350 millas?
El
sometimiento a ultranza al proclamado Derecho Internacional basado en las
aspiraciones y deseos de los países imperialistas es un camino de sometimiento
y de derrota: con tal concepción jamás habrían existido las epopeyas de 1806 y
1807, la Revolución de Mayo ni la empresa épica de la independencia americana.
Viviríamos aún sometidos al dominio colonial surgido de la masacre de los
pueblos originarios.
Por otra
parte, el Derecho Internacional producto de la evolución del sistema
interestatal surgido y desarrollado desde la paz de Westfalia en 1648 hasta la
Revolución Francesa y de ella hasta el siglo XX, fue derrumbado en el momento
que EEUU decidió al proclamar el Derecho de la guerra preventiva por el cual
basta que una o varias potencias imperiales decidan que o quienes podrían
hipotéticamente ser opuestos a sus designios, para que estas lleven adelante
ataques contra cualquier pueblo, nación o gobierno. Así se justificó el ataque
a Afganistán e Irak, se calificó a Irán, Corea, Siria, Libia y Cuba como
integrantes de un supuesto “eje del mal” (incorporando a las relaciones entre
naciones connotaciones mesiánicas pseudoreligiosas), señalando a esos países
como los que el imperialismo se atribuía derecho a atacar y amenazando con
extender esa caracterización a Venezuela y cualquier otro país o gobierno que
no se someta a los designios imperialistas del gobierno de los EEUU y sus socio
estratégico Gran Bretaña y de otras potencias imperialistas.
Asimismo,
Gran Bretaña concibe el ejercicio de las relaciones entre naciones como el
resultado de su Derecho a la ocupación colonial, un “Derecho” que surge de la
fuerza militar y no del respeto a la independencia e integridad territorial de
las naciones y la libertad e independencia de los pueblos.
El
Ministerio de Defensa británico sostuvo recientemente, en consonancia con las
declaraciones de Cameron: “Las afirmaciones de que las Islas Malvinas podrían
mantenerse sin el uso de la fuerza carecen de fundamento. La guarnición actual
en las Islas Malvinas es de una escala mucho mayor y tiene una capacidad mayor
que en 1982, y esto junto con nuestra capacidad para reforzarla rápidamente por
aire, se ha mantenido”.
Resulta
entonces absurdo que mientras la potencia ocupante, con el apoyo de sus pares
de la Unión Europea y en asociación estratégica con EEUU, hace y deshace al
antojo de su supremacía militar, se subordinen los intereses de la Nación a un
supuesto ordenamiento jurídico caducado por el designio imperialista de las
llamadas potencias “globalizadoras”. Más aún, que se mantiene la adhesión
argentina a los Acuerdos de Madrid, la Ley de Garantía a las inversiones
británicos y todos los instrumentos jurídicos que consolidaron la ocupación
colonial británica, etc., que resultaron en la indefensión nacional.”
Sólo desde
este punto de partida se pueden analizar responsabilidades políticas y
militares en esa guerra. Insistimos: políticas y militares ya que hubo
militares y civiles que trabajaron durante la guerra para la derrota.
Nos parece
que la referencia al Informe Rattenbach hecha por la Sra. Presidente el 25 de
enero de 2012, es una manera de decir que considera a la reconquista del 2 de
abril como una medida repudiable de la dictadura, equivalente a la represión,
por ejemplo. Es decir que la guerra era injusta.
El 2 de
Abril del 2011 la presidenta había cambiado el discurso de Malvinas calificando
su recuperación como un “hecho patriótico”. Ya no fue más “una cobarde
agresión”, como había dicho Néstor Kirchner al diario inglés The Guardian,
cuando el gobierno argentino coqueteaba con el primer ministro británico Tony
Blair. Desde ese 2 de Abril pasado el gobierno produjo hechos diplomáticos
positivos, como fue el acuerdo de los países del Mercosur (y otros de América
Latina), de no permitir el amarre de barcos con la bandera kelper.
Sin embargo
en su discurso del 25 de enero de 2012 la Presidente volvió a renegar de la
reconquista patriótica de las Islas Malvinas de manos del usurpador británico
el 2 de abril de 1982, y se comprometió a que Argentina nunca recurrirá a las
fuerzas militares para defender la soberanía y que tampoco afectará ningún
interés económico británico en el continente.
La Sra.
Presidente dice estar contra la desmalvinización. Pero la
desmalvinización tiene como núcleo esencial el rechazo a la decisión de
una pequeña nación del tercer mundo, de recuperar para su soberanía de manos
del colonialismo británico las Islas Malvinas usurpadas en 1833. La
desmalvinización impone el repudio y el castigo contra nuestra nación, que
rompió los principios impuestos por el imperialismo y el colonialismo y se
atrevió a enfrentar el orden imperial establecido, lo que se produjo con
independencia de lo que sus diversos protagonistas pensaran sobre el conflicto,
desde el momento en que la Nación decidió combatir al imperialismo inglés,
asociado a EE.UU. y avalado por las demás potencias europeas. La
desmalvinización implica una política de Estado que se compromete a no afectar
y proteger los intereses británicos.
Cabe
recordar que el cuidado inglés por consolidar sus posiciones económicas es,
también, de vieja data. Pocos meses después de la batalla de Ayacucho, en que
terminó el dominio colonial español en América, se firmó el Tratado de Amistad,
Comercio y Navegación entre el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte
y las Provincias Unidas (2 de febrero de 1825) que en su artículo XI establece
que en caso de rompimiento entre Gran Bretaña y la Argentina, los comerciantes
ingleses tendrán el privilegio de continuar en su tráfico y sus propiedades no
estarán sujetas a embargo, ni a secuestro, ni a ninguna exacción. La Argentina
renunció a tomar represalias económicas contra intereses económicos británicos,
lo que fue fielmente cumplido durante la Guerra de Malvinas en 1982. Y es
reafirmado en las recientes declaraciones de la Sra. Presidente (25-01-2012).
Por lo tanto
la Sra. Presidente pone como único objetivo reabrir el diálogo. Pero eso no
basta. No se puede repetir un diálogo que eternice la ocupación colonial.
No es un
diálogo entre países hermanos en un conflicto de límites donde se discute un
acuerdo beneficioso para ambos. No serán soluciones aceptables la devolución de
una parte con la permanencia de una base Inglesa (solución tipo Guantánamo en
Cuba), ni una solución de dos o tres banderas. Menos aún conformarse con una
explotación “conjunta” de riquezas. ¿Quién le dirá al hijo que perdió a su
padre o al padre que perdió a su hijo en la guerra, que esto ocurrió para “un
negocio compartido de riquezas nuestras”?.
El Imperio
Colonialista Británico no tiene ninguna intención de discutir la cuestión de la
restitución del territorio usurpado a la Argentina.
El “paraguas
de soberanía” inventado por los ingleses sirve a los ingleses:
·
que fortalecen cada vez más su base en Malvinas con
armamento de última generación,
·
que avanzan en sus pretensiones marítimas y antárticas,
·
que, con el aeropuerto en el paralelo 42, propiedad del
ciudadano inglés Lewis, pueden desembarcar con sus aviones de la base de
Malvinas, dividiendo Argentina continental en dos,
·
que rapiñan nuestra pesca y nuestro petróleo,
·
que mantienen el control del Atlántico Sur para la OTAN,
con su presencia militar en Malvinas.
Ligado a lo
político y militar está el factor económico. No se puede triunfar en una guerra
cuando se está alimentando financieramente al enemigo al pagarle la deuda
externa. Precisamente el Informe Rattenbach, al cual se ha referido la Dra.
Kirchner, en su discurso del 25 de enero, criticó esta circunstancia, ocurrida
en el período de la Guerra de 1982. El Ministro Aleman pagó rigurosamente la
deuda externa a los ingleses.
Es más, La
Nueva Provincia, periódico de Bahía Blanca decía, en plena guerra: “Comentaristas
brasileños se han mostrado sorprendidos por el comportamiento ‘caballeresco’ de
la Argentina en torno al pago de la deuda con Europa, ¿podemos ser caballeros
con quien ametralla a nuestros náufragos, y con quienes apañan esa actitud
violatoria de las normas universales de la guerra?. A los europeos hay que
apretarles donde les duela y la víscera más sensible es el bolsillo. Bastaría
con que la Argentina ante el bloqueo económico y militar a que es sometida
anuncie una moratoria parcial, limitada en el tiempo y perfectamente
discriminada, para que el sistema financiero europeo tambalee, especialmente
si, como han propuesto intelectuales y dirigentes políticos peruanos, el resto
de América latina apoyara esa tesitura. A partir del 17 de mayo, fecha en que
vence el mes fijado para las sanciones de la Comunidad Económica Europea,
pagaremos a quienes levanten las medidas, los otros deberán esperar a que pase
la emergencia bélica, porque ahora necesitaremos hasta el último dólar para
comprar armamento para defender nuestra soberanía y nuestra integridad. Pero
¿será posible iniciar una contraofensiva si los jefes de Estado Mayor de
nuestra economía y las finanzas argentinas están ligadas por viejos lazos de
intereses personales y de ideología con nuestros enemigos y sus aliados?
Dejamos la respuesta a la reflexión del lector”.
¿Los
gobiernos postdictatoriales incluido el presente, han hecho algo distinto?. ¿No
significa la reafirmación de esta política el hecho de que la Sra. Presidente
recalque que no se han tomado medidas (ni se tomarán) contra capitales
británicos en la Argentina?.
Veamos
algunas conclusiones del Informe Rattenbach, del cual la Presidente ha hecho
referencia: “Existió una gran diferencia entre la capacidad logística real
de las FF.AA. y el desarrollo de esta capacidad con respecto a los elementos
destacados en Puerto Argentino. Esta gran diferencia consistió en el
transporte”. El mencionado informe detalla luego que a nivel nacional
“a) se careció de un Decreto del PEN para que antes y después de las
operaciones bélicas las empresas y organismos estatales y privados estuvieran
en condiciones de satisfacer obligatoriamente los requerimientos de la FF.AA.
en todo momento; b) se notó la falencia de la organización territorial, la
carencia de una infraestructura ferroviaria y vial e instalaciones acordes con
las exigencias operacionales, y la inadecuación de la infraestructura en las
terminales de carga (...); c) en el sur del país existieron problemas tanto
para el abastecimiento de efectos de clase II y III (A) (combustibles y
lubricantes para vehículos y aeronaves) en tambores como para el envío a
Malvinas”. Más adelante se habla de “falta de coordinación de los
esfuerzos, en especial en las funciones de abastecimiento y transporte (...)
necesidad de equipos de comunicaciones compatibles”. El informe es
lapidario: “El principio que rige las funciones logísticas `prever para
proveer´ quedó absolutamente desvirtuado”.
¿Qué podemos
decir hoy con nuestro sector petrolero totalmente privatizado y en el cual la
segunda empresa (PAE) es un 60 % de la British Petroleum británica?. ¿Y de la
carencia de una flota mercante del Estado?. ¿Y de la destrucción de
Fabricaciones Militares? ¿Y de nuestra indefensión marítima y aérea?. ¿Podrá
afirmar la Presidente que las conclusiones del informe Rattembach al respecto
han sido tenidas en cuenta por lo esencial de las políticas de los gobiernos
postdictatoriales, incluido el presente?.
Para
referirnos a algunas deficiencias militares digamos que, como se planeó una
guerra limitada y corta, la Argentina nunca se propuso contar con líneas de
abastecimiento, para lo cual hacían falta submarinos, por ejemplo, para atacar
las líneas de abastecimiento enemigas y asegurar las propias. Si Malvinas es
hipótesis de conflicto, la Argentina tiene que contar con submarinos de
propulsión nuclear y una capacidad aérea adecuada a este conflicto, tanto de la
Fuerza Aérea como de la Aviación Naval. El abandono de planes para el
desarrollo del prototipo de submarino nuclear propio, íntimamente ligado a la
política nuclear nacional con el desarrollo de un reactor compacto: el CAREM,
la liquidación del misil Cóndor 2 y de la industria aeroespacial propia, no
producir en el Astillero de Río Santiago las Patrulleras Oceánicas
Multipropósito, demuestran que continuamos por el mal camino. ¿Ha hecho este
gobierno algo en el sentido indicado?.
Debe quedar
claro que si nuestro único objetivo es mantener un “diálogo de personas
moderadas y civilizadas” se coincide de lleno con la estrategia inglesa cuyo
único objetivo es continuar su ocupación colonial o crear un país
subordinado. Inglaterra se plantea mantener el control de Malvinas, clave para
el control estratégico del Atlántico Sur y de la confluencia
Atlántico-Pacífico. Esto ha sido el centro de su política antes y después del 2
de abril.
Pueden
debatirse aspectos militares de la Recuperación de Malvinas, puede criticarse
errores de conducción y logística, de estrategia y táctica militar, de política
nacional e internacional. Puede debatirse si era posible vencer sin apelar a la
concepción de una defensa de la Patria como la que inspiró a los ciudadanos de
Buenos Aires en 1806 y 1807 y que fue la base del nacimiento de un nuevo
Ejército (los Ejército de la Independencia Nacional y del proceso
revolucionario consagrado el 25 de Mayo de 1810).
Lo que no se
puede decir sin falsear la verdadera historia es que la recuperación del 2 de
abril hizo fracasar negociaciones fructíferas. Hay largos años de negociaciones
que no llegaron a ningún lado. Ocho años después de la Resolución No 2065 (año
1965), la ONU indicó (Resolución No 3160-1973) estar “gravemente preocupada”
porque las negociaciones no progresaban, reconociendo “los continuos
esfuerzos del gobierno argentino para facilitar el proceso de descolonización y
promover el bienestar de la población de las islas”.
En 1982 las
negociaciones estaban tan estancadas como ahora, con el peligro del
fortalecimiento militar de la zona por los ingleses, como efectivamente lo
hicieron.
Creemos que
es muy útil abrir un debate público sobre los errores políticos,
militares, económicos, de recursos humanos, de política nacional e
internacional, etc., etc.. Tenemos opiniones al respecto.
Pero ese
debate lo hacemos partiendo, repetimos, de que Malvinas es una causa justa, una
guerra justa y un derecho irrenunciable.
Nos parece
que se está ante un intento de establecer un “relato” (como gustan decir
funcionarios de este gobierno) que deje sentado que Malvinas fue una Guerra
injusta, lo que transforma en letra muerta su carácter de causa justa e
irrenunciable. Y que parece una versión remozada del discurso desmalvinizador,
con el objeto de establecer un diálogo infinito que eluda la devolución de
soberanía (¿o la postergue por cuatrocientos años?) para producir una
explotación tranquila de lo que es nuestro.
Explotación tranquila que, digámoslo también, es
justamente del interés inglés y sus aliados estadounidenses que esperan
participar, según recientes noticias, de la explotación petrolera en Malvinas
y, también, de potencias rivales (como chinos y rusos) siempre interesados en
hincar el diente en el Mar de nuestra propiedad y ser parte del reparto de esta
Argentina rapiñada por distintas potencias imperialistas.