Discurso pronunciado en el acto de unidad patriótica y popular por la Sra. Virginia del Valle Martínez de Philippeaux, con motivo de cumplirse el 27 aniversario de la reconquista patriótica de las Islas Malvinas, el 2 de abril de 2009, en el Cenotafio a los muertos de la Guerra Nacional de Malvinas, Plaza San Martín, Retiro, Ciudad autónoma de Buenos Aires.

“Compatriotas:

 

La sangre derramada por la libertad e independencia de nuestro suelo, es una ofrenda gloriosa de hombres y mujeres de los que, en su mayoría, no conocemos sus nombres. Miles la vertieron e inscribieron sus glorias en las mejores páginas de la historia de nuestro pueblo.

 

Esa sangre heroica nos reclama culminar el sueño y la obra de los héroes fundadores.

 

Es la herencia de Tupac Amaru, de Suipacha, Huaqui, ambas Piedras, Tucumán y Salta, Vilcapugio, Ayohuma, Chacabuco, Maipú, de las insurrecciones altoperuanas y de todos los heroicos combates que marcaron el camino de nuestra emancipación.

 

Esa sangre es símbolo y bandera.

 

La sangre derramada en Malvinas también es ofrenda gloriosa: también es símbolo y bandera.

 

Sangre de hijo, de hermano, de esposo, de amigo. Sangre de soldado, de suboficial, de oficiales y civiles voluntarios.

 

Sangre del pueblo que en la turba malvinera reclama por el reencuentro definitivo. Puente poderoso entre esta porción de nuestra patria y aquella que debe ser recuperada. ¡Hermanita perdida! ¡Volverás a casa!

 

Esto debe saber el usurpador: la sangre vertida en Malvinas no puede ser lavada, ni es moneda de cambio de los que hoy se sientan a la mesa de los poderosos y pretenden mercadear para su beneficio la dignidad de la patria.

Aquí vigilan expectantes 649 héroes. Ellos nos convocan a no claudicar y mantener nuestra voluntad de lucha. El pueblo argentino no se ha rendido: Nunca el usurpador ejercerá su robo colonial tranquilamente. ¡Jamás!

 

Venimos ante este Cenotafio como hemos hecho otros 2 de abril en años anteriores; y aunque el dolor es mucho y es grande, no venimos a llorar. Venimos a ratificar la voluntad inquebrantable del pueblo argentino de hacer realidad el mandato de julio de 1816: una patria libre de todo dominio extranjero. Ni amo viejo, ni amo nuevo ¡ningún amo! será la realidad que disfrutarán las generaciones que nos sucederán.

 

Cuando las fuerzas nos abandonen o la muerte venga a poner fin a nuestra existencia, vendrán aquí nuestros hijos y luego los suyos. Mientras haya un solo argentino dispuesto a continuar la lucha por la soberanía, la victoria estará de nuestro lado y la derrota será el destino del usurpador. Esta es una ley de la historia: cualquier pueblo dispuesto a luchar por su soberanía, tiene la victoria por horizonte.

 

Los argentinos recuperaremos los territorios usurpados en el momento y del modo que sea conveniente a los intereses de la Nación.

 

Amigos, amigas, ¡compatriotas!

 

Como dijo el padre de la Patria en su proclama al Ejército Libertador de los Andes en 1819: “La guerra se la tenemos que hacer del modo que podamos. Si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos ha de faltar; cuando se acaben los vestuarios nos vestiremos con las bayetiyas que nos trabajan nuestras mujeres, y sino andaremos en pelotas como nuestros paisanos los indios. Seamos libres y lo demás no importa nada. Yo y vuestros oficiales os daremos el ejemplo en las privaciones y trabajos. La muerte es mejor que ser esclavos de maturrangos. Compañeros: juremos no dejar las armas de la mano hasta ver el país enteramente libre o morir con ellas como hombres de coraje”.

 

Este debe ser nuestro espíritu. Que así sea.

¡Viva la recuperación patriótica de las Islas Malvinas!

¡Vivan los héroes de la guerra de Malvinas!

¡Viva la Patria!”