Acto conmemorativo 202º Aniversario de la Reconquista de Buenos Aires

1806 – 12 de agosto - 2008

Discurso Dr. Horacio Micucci

Estamos aquí no sólo para conmemorar la gloriosa Reconquista de Buenos Aires, ante la primera invasión inglesa.

Lo hacemos para aprender de aquel proceso que se inició en 1806, continuó con la Defensa de Buenos Aires en 1807, dio un salto en calidad desde el 25 de mayo de 1810, con el Primer Gobierno Patrio, hasta el 9 de julio de 1816, al declarar la Independencia de toda dominación extranjera, desplegando una larga guerra patriótica y popular, una guerra prolongada, que culminaría en los campos de Junín y Ayacucho con la Independencia Americana.

¿La segunda y definitiva independencia, el anhelo de los padres fundadores de ver nuestra patria libre de todo dominio extranjero, es posible? ¿o sólo nos queda el camino de subordinarnos ante los poderosos del mundo?.

En los ámbitos oficiales de la política, la economía, la diplomacia, etc., se contrapone al camino de la emancipación nacional, la voluntad de ser "previsibles" ante los poderosos del planeta. De ahí que, lejos de satisfacer las necesidades y anhelos de los ciudadanos que pueblan esta Nación, se procure cumplir con los dictados de esos poderosos.

Frente acciones que comprometen directamente la integridad de nuestro país, como es la pretensión británica de usurpar más de 3 millones de Km2, no aparece, de parte de quienes tienen hoy a su cargo la conducción de los destinos de la Nación, una decidida vocación de defensa del patrimonio, el territorio y los recursos de nuestra patria.

Por el contrario, sus actos y sus palabras revelan una actitud por debajo de los intereses en juego, y parecen dar testimonio de la carencia de su voluntad de defender lo que nos pertenece a todos los habitantes de nuestra Patria.

Se muestran débiles, conciliadores, "desganados" o “distraídos” frente a la ocupación británica de nuestras Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y, también, ante la exigencia de defender nuestras 350 millas de soberanía marítima y el sector Antártico Argentino o ante la presencia de flotas extranjeras, como es el caso de la llamada IV Flota que EE.UU. ha enviado a patrullar nuestros mares.

Quienes tienen la más alta responsabilidad en velar por los intereses de la Nación, parecen así asegurar a los poderosos del planeta que no habrá otro 1806, 1807, 1810, 1816 ni otro 2 de abril de 1982. Pero esto no es así: existen grandes y poderosas reservas patrióticas en el pueblo argentino que siempre está dispuesto a actuar con generosidad en la defensa de su soberanía. Los argentinos, como dijo el Padre de la Patria, no somos como las empanadas que se las come con solo abrir la boca.

Por eso hoy tenemos que aprender de la gesta que va de 1806 a 1824.

En primer lugar, porque debemos aprender de nuestras propias experiencias. Porque ese proceso fue el camino de nuestra constitución como república. Porque hubo allí una confluencia del movimiento patriótico-nacional con el movimiento democrático-popular. Y cada vez que en nuestra historia confluyeron esos movimientos se abrió un camino venturoso para Argentina y, a la inversa, cuando esos movimientos se separaron y aún enfrentaron (instigados por las potencias de cada época) se abrió el camino de la entrega y la sumisión nacional.

En segundo lugar, porque las luchas para defender nuestras tierras, nuestros mares y nuestro espacio aéreo las vamos a desplegar aquí, y lo que aquí ocurrió en el pasado nos deja enseñanzas para el futuro. Debemos aprender de la experiencia de 1806 a 1824, así como también, cabe destacarlo, de nuestra justa guerra por la recuperación de las Malvinas e Islas del Atlántico Sur. Nuestro punto de referencia, para las críticas y autocríticas y para los balances, será la visión de los patriotas de Mayo y de la Independencia y no la visión de las potencias que se disputan el dominio del mundo ni la visión de los genuflexos nativos (pero no nacionales) que, como cipayos, viven pensando en como agradar a los dominadores (sean ellos cual sean).

En tercer lugar, debemos aprender de ese pasado, porque la Independencia ha quedado inconclusa. Y así como en julio de 1816 se declaró la Independencia de toda dominación extranjera, de todas las potencias de la época, hoy necesitamos lograr la Independencia de todas las potencias actuales. Retomaremos las ideas de los próceres de Mayo: Ni amo viejo ni amo nuevo. No queremos cambiar de amo. No queremos tener ningún amo. Y les vamos a hacer vomitar cada centímetro de territorio ocupado y cada gramo de patrimonio nacional esquilmado. No queremos liberarnos de un imperio para apoyarnos en otro. No queremos cambiar a yanquis, ingleses u otros europeos, por rusos, chinos o japoneses.

Y ¿qué lecciones podemos extraer de los hechos que conmemoramos?

En la Reconquista y la Defensa hubo un pueblo decidido y alzado en armas contra el invasor, unido a los militares dispuestos a enfrentar a los enemigos de la Patria. También hubo traidores como aquel José Martínez de Hoz (tartarabuelo), que fue nombrado por Beresford como Administrador de la Aduana, y que inmediatamente redujo los derechos de importación de los productos británicos.

Es cierto que había distintos intereses entre los que luchaban contra el invasor. Había españolistas que querían conservar estas colonias. Había bonapartistas que querían que estas colonias siguieran siendo tales para la corona española que detentaba un hermano de Bonaparte. Pero también había patriotas que aspiraban a la Independencia y deseaban que se pariera una nueva y gloriosa Nación. No somos imparciales. Compartimos este último punto de vista y creemos que fue un acierto de ellos lograr la confluencia de los distintos grupos opositores a la Invasión Inglesa en una conjunción política, que se expresó en términos militares, en el Ejército Reconquistador: unión del pueblo en armas y los militares opuestos al ejército de ocupación.

En efecto, había distintos componentes en la fuerza anti inglesa.

El inglés Ferns, reconoce que el primer componente era la caballería gaucha, cuyos jefes eran llamados cabecillas tanto por Liniers como por los británicos. Su formación irregular no podía enfrentar un combate formal a la usanza de la época pero era invencible en la inmensidad de la pampa, en donde hacía imposible toda penetración al interior y era capaz de cortar toda línea de suministros.

El segundo componente era el integrado por militares de distinto grado que tenían voluntad de enfrentar al agresor.

Y el tercer componente era una naciente organización creada en pleno centro de Buenos Aires. Eran hombres del pueblo, criollos y españoles, con deseo de lavar la humillación sufrida.

Estos tres componentes se conjugaron para derrotar al inglés. Y lo que los unió fue el espíritu de no dejarse vencer, de no dejarse dominar.

Una y otra vez, en Buenos Aires en 1806 y 1807 y en el mundo de hoy, se demuestra que cuando un pueblo es capaz de unirse y armarse contra el invasor, puede vencer.

Y así se conformó una fuerza armada que volvió a derrotar a los ingleses al año siguiente. Y en lo que fue de 1807 a 1810 (en un proceso en el que se desarmó a los que no querían la independencia) se constituyó el Ejército Patriota “miliciano-militar” que sería la fuerza armada de la Revolución de Mayo.

En ese mismo camino de la unidad patriótica y popular, de pueblo y militares profesionales patriotas, se constituyó el Ejército de los Andes. Con uniformes tejidos en los telares puntanos (de ese San Luis que entregó lo único que tenía: sus telares y sus hombres), con cañones obra de Fray Luis Beltrán, con pólvora hecha bajo la dirección del Ingeniero Álvarez Condarco. Nació así la primer industria para la defensa que debemos reavivar ahora en una más amplia y reactivada Fabricaciones Militares, Navales y Aeronáuticas con un criterio de Defensa Nacional Popular Integral, para ocupar y defender nuestros cielos, nuestros mares y nuestra tierra y sus mujeres y hombres.

Derrotados, los ingleses eligieron el camino que después repetirían otros imperialismos: encaramarse a través de empleados, testaferros y cipayos para hacer de la Argentina un país sólo formalmente soberano y en esencia dependiente. Por eso la necesidad de la Segunda Independencia que se combine además con la Independencia económica de la que hablaba otro grande: el General Mosconi.

Vaya si tenemos que aprender de la gesta independentista en estos días presentes.

Hay reservas patrióticas y populares para lograr nuestra completa independencia, en una Patria que satisfaga las necesidades del pueblo

La disyuntiva es clara: o tomamos el camino de una Argentina Independiente de toda dominación extranjera o nos hundiremos más en la dependencia con el consiguiente sufrimiento del pueblo.

Nosotros, por nuestra parte, estamos dispuestos a cumplir con aquella orden que nos llega desde la noche de los tiempos, transportada bajo las camisas sudorosas de los luchadores populares a través de las líneas enemigas:

“La guerra se la tenemos que hacer del modo que podamos. Si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos tiene que faltar. Cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con la bayetilla que nos trabajen nuestras mujeres y sino andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios. Seamos libres y lo demás no importa nada. Compañeros juremos no dejar las armas de la mano hasta ver el país enteramente libre o morir con ellas como hombres de coraje”.

General Don José de San Martín. Orden General al Ejército de Los Andes 27 de julio de 1819. 

 Que así sea.

Discurso Dr. Julio Carlos González

 

Hoy se rememoran dos años adicionales al Bicentenario de la Reconquista de Buenos aires que aconteció el 12 de agosto de 1806. Es por lo tanto ocasión oportuna para remarcar esta hazaña sin equivalente en la historia universal del siglo XIX y acaso de tiempos anteriores y posteriores a esa fecha.

Fue esta la primera reconquista de un plan de conquista permanente que Gran bretaña planificó hace tres siglos para toda Hispanoamérica. Y este plan británico, no obstante las proezas y martirios argentinos del 12 de agosto de 1806 y del 2 de abril de 1982, sigue siendo permanente y su ejecución, por los procedimientos más diversos, se mantienen inalterables. En tal sentido en este año se han producido dos actividades que lo acreditan:

 

* La primera de ellas se halla publicada en el matutino La Nación del 11 de junio de 2008, sección 2ª, página 5, y dice: “La bolsa de Londres busca captar empresas argentinas” El gerente Señor de la London Stock Exchange (LSE) Gram. Dallas se halla para este fin en Buenos Aires, enviado por este organismo de la Bolsa de Londres. Y continúa el texto periodístico: “La presentación de Dallas reunió ayer 240 compañías y fondos de inversión en el palacio Duhau.” “Vinimos el año pasado en una misión exploratoria y ahora estamos más fuertes para convencer a las empresas, domiciliadas en Argentina, de que deben abrirse a la LSE, (esto es a las inversiones de capital británico).

 

“En este aspecto Clarín, el año pasado, debutó con su oferta pública de acciones (en la bolsa de Londres) y reunión 529 millones de dólares correspondiendo un 80% a inversores no argentinos.”

 

“Esto demuestra, finaliza el representante de la Bolsa de Londres, el interés que hay en el mundo por las empresas de este país, en particular con las de agronegocios, real estate y gas y petróleo”. “Nosotros tenemos dos claras ventajas para las empresas argentinas: una de ellas es una regulación amigable para los negocios, no como la norteamericana”.

Esto es extremadamente grave: demuestra de manera fidedigna la anglicanización del capital argentino y la incidencia británica en el condicionamiento de los medios periodísticos de nuestro país.

 

* El segundo acto que exhibe la permanencia del plan de conquista permanente e inalterable de conquista de nuestro país por Gran Bretaña se halla registrado en la obra de teatro “Whitelocke” que se halla en exhibición en el Teatro Nacional Cervantes.

 

En la misma, Whitelocke, el Teniente General inglés que sufrió la terrible derrota en la batalla de la Defensa de Buenos Aires entre el 4 y el 7 de julio de 1807, expresa soportando la ignominia de su fracaso por la acción victoriosa del ejército de tierra y del ejército de mar de Argentina, lo siguiente: “Si yo fuera Londres, descartaría cualquier nueva acción de tipo militar. La descartaría por compleja, por riesgosa, por innecesaria. Echaría entonces mano a los distintos recursos políticos, diplomáticos y comerciales que están bien a nuestro alcance. Dividir para reinar. Liberar para someter…

 

Yo no pondría a la vista ningún uniforme rojo. Descargaría toda la responsabilidad en el espionaje y en las distintas vertientes de la logia.

Luego sería el turno de los diplomáticos para, finalmente, dejar abierta una entrada triunfal a la gente del comercio. Si yo fuera Londres, apoyaría, alentaría y financiaría distintos juegos de insurrección continental.

Los encendería y los alimentaría, sí, pero desde la sombra.

Que mi rostro no fuese visto, que mi mano marcara las pinceladas más finas.

Yo escribiría en un papel la historia de aquellas tierras, historia que luego me encargará de poner en escena.

Yo inventaría países. Permitiría que jugaran de su autonomía (o independencia), que crearan sus banderas y sus prohombres, que se creyesen dueños de sus destinos. Pero elegiría sus reyes o sus gobernantes, y pagaría sus sueldos de mis propias cajas.

La manera más efectiva de mantener a un hombre como esclavo es hacerle creer que es libre.

Sostendría así esos territorios salvajes en mi puño hasta el fin de los tiempos, fomentando incluso guerras entre ellos para que fueran cristalizando identidades (siempre rivales, agregamos nosotros).

Así, ¿Quién podría separarme de la tierra conquistada?

¿Ante quién debería rendir mi espada en algún futuro día?

Permanecería yo en todas partes y en ninguna. Procedería como el viento que doblega los árboles aún siendo invisible.”

Ciudadanas y ciudadanos: tal es el párrafo final de la obra “Whitelocke, un general inglés”, de Cristian Krämer y Jorge Castelli que se está exhibiendo en el Teatro Nacional Cervantes.

 

En esta conmemoración del Día de la Reconquista de Buenos Aires de 1806 y de sus prosecuciones el día de la Reconquista de Malvinas el 2 de abril de 1982, la vivencia de los mártires, varones y mujeres héroes de esas epopeyas, nos corresponde no llorar sino ejemplar: estudio profundizado de la historia que es prognosis del futuro. Avance y perseverancia en la búsqueda de la verdad. Allí está el homenaje a quienes nos precedieron en 1806 y en 1982 y la justificación de nuestra existencia.

 

Dios nos alumbre para que así sea.

Discurso Contralmirante (R) Carlos Büsser (VGM)