Comisión Nacional por
Convocatoria
Comisión Nacional Por
de
y de
Bartolomé Mitre 1620, Ciudad
Autónoma de Buenos Aires – Tel.:4374-8888
Correo electrónico:
reconquistadebuenosaires@yahoo.com.ar
Los argentinos nos preparamos a
conmemorar uno de los acontecimientos históricos que modelaron nuestra historia
como nación y como pueblo: el bicentenario de la Reconquista de Buenos Aires,
una fecha que obliga a una profunda reflexión sobre aquel pasado, sobre sus
éxitos y fracasos, que permita al pueblo avanzar en el camino para reconquistar
esta patria empobrecida por las políticas de distintos gobiernos gerenciales.
La Reconquista de Buenos Aires, fue
un hecho fundamental de nuestra historia patria, cuya trascendencia impregnó
los acontecimientos que se sucederían hasta la caída del régimen colonial en
1810. Pueblo en armas para enfrentar el poderío de una de las grandes potencias
mundiales de entonces: Gran Bretaña.
Protagonistas de entonces lo
describieron con pluma brillante: las organizaciones de patriotas que ya
preparaban la revolución contra la colonia y los oficiales dispersos de los
Ejércitos de Tierra y Mar, se unieron al pueblo en armas y conformaron un
ejército ciudadano que combatió y derrotó al invasor. A partir de aquellos
acontecimientos, nada volvería a ser igual en estas tierras.
La expedición conquistadora se
hallaba el 10 de junio de 1806 en las costas del Río de la Plata. Hubo un lance
o simulacro de desembarco en la actual Ensenada, pero los británicos se
replegaron y en la mañana del 25 de junio lo hicieron en Quilmes. Beresford
desplegó sus tropas —entre 1.600 y 1.800 hombres—, las que avanzaron casi sin
encontrar resistencia. A su mando se dirigió desde Quilmes hasta las orillas
sur del Riachuelo y desde allí prepararon el asalto final.
El 27 de junio de 1806, una columna
inglesa de algo más de 1.500 hombres entró triunfante por las calles de Buenos
Aires a tambor batiente y banderas desplegadas, tomando posesión de la ciudad
casi sin combatir: sus jefes políticos y militares se rindieron vergonzosamente
y entregaron la ciudad sin siquiera sonrojarse. Fueron los mismos que luego
juraron fidelidad a Su Majestad Británica: los viejos funcionarios del régimen
demostraban que su descomposición no reconocía lealtades.
Los hombres que conformaban lo que
Belgrano llamó el “partido de la revolución”, apoyándose en el
sentimiento de humillación que vivía el pueblo por la entrega de la ciudad de
parte de sus gobernantes, comenzaron a crear las nuevas fuerzas militares en
silencio. Poco tiempo pasó para que ya los primeros quinientos hombres
estuvieran organizados en grupos, con sus distintivos y alistando las armas. La
impaciencia del pueblo de Buenos Aires, en la ciudad y en sus alrededores,
elevó el número de combatientes a más de 2.000: sobraba corazón, sobraba amor a
la patria.
En los primeros días de agosto ese
nuevo ejército miliciano libró el combate de Perdriel. La derrota de las armas
patriotas, sin mayores consecuencias militares, no produjo un efecto
desmoralizador. Por el contrario, las nacientes fuerzas militares cruzaron
fuego por primera vez con los conquistadores. El combate hizo crecer el
entusiasmo y la batalla tuvo el efecto de una proclama: ¡A las armas! La acción
estimuló también a otras fuerzas enemigas de los ingleses.
Liniers desembarcó proveniente de la
Banda Oriental con algo más de 1.000 hombres, también en su mayoría
voluntarios, e inmediatamente recibió el refuerzo de 500 voluntarios más. El 10
de agosto de 1806 las tropas reconquistadoras estaban a las puertas de la
ciudad, acampando en Los Corrales de Miserere, hoy Plaza Once.
El 11 de agosto las tropas ocuparon
la Plaza del Retiro; la reconquista tuvo allí un momento de inflexión: la lucha
se generalizó, los enfrentamientos armados se sucedieron en forma ininterrumpida.
El pueblo se volcó masivamente al combate, más de 4.000 los hombres, mujeres,
niños, ancianos acorralaron al conquistador: las nuevas fuerzas armadas se
estaban forjando en medio de la batalla.
Beresford intentó negociar su situación
con Liniers, pero los ingleses fueron arrollados por el coraje miliciano y se
encontraron envueltos en el fuego patriota: debieron abandonar la Catedral, los
altos del Cabildo, todas las posiciones defensivas y fueron obligados a
encerrarse en el Fuerte.
Los conquistadores intentaron una
última negociación: el pueblo amenazó con tomar por asalto la fortaleza y pasar
por las armas a sus ocupantes. Derrotados, tropas y jefes invasores se
rindieron ante el pueblo de Buenos Aires. Aquella batalla quedaría plasmada en
la canción patria cuando dice: “Se levanta en la faz de la tierra / Una
nueva y gloriosa Nación: / Coronada su sien de laureles / Y a sus plantas
rendido un León”. Ese león, al que hace referencia nuestro himno, es el
león británico.
Dos siglos atrás en 1806 se
reconquistó la ciudad de Buenos Aires
expulsando al conquistador que era Gran Bretaña: la principal potencia
naval, militar, económica y financiera del siglo XIX. Hoy, en el siglo XXI,
tenemos el deber vital de reconquistar toda la República Argentina de la
conquista bestial que se ha consumado en los últimos treinta años, sobre
nuestra tierra, nuestros mares y nuestro cielo.
Los abajo firmantes, hombres y
mujeres de todo el país, creemos que ese ejemplo que nos dio el pueblo argentino
y los patriotas que luego serían protagonistas de la lucha emancipadora, no
solo merece ser recordado sino que se constituye en ejemplo para los tiempos
actuales, en la lucha por la reconquista definitiva de la patria.